Amianto, tóxico laboral y cotidiano

En empresas como CAF, Opel España, Renfe o en la construcción miles de operarios, pero también indirectamente usuarios o viandantes estuvieron (y están) expuestos a este mineral tan nocivo pero, al mismo tiempo, tan común en nuestro entorno

 | 22 enero, 2019 07.01
Amianto, tóxico laboral y cotidiano
Entorno del Polígono Cogullada de Zaragoza.

El 19 de enero se presentó en Zaragoza A4, Asociación de Afectados por el Amianto en Aragón.

La presentación contó con la presencia de diferentes trabajadores afectados en su entorno laboral y representantes sindicales comprometidos con esta causa.

En la mesa una realidad: asalariados que desconocían, aunque con frecuencia sospechaban, la gravedad de exponerse a aquel polvillo blanco que flotaba en el ambiente en su día a día. O que desguazaban vagones con herramientas comunes, como en el caso de la zaragozana CAF.

En empresas como CAF, Opel España, Renfe o en la construcción miles de operarios, pero también indirectamente usuarios o viandantes estuvieron (y están) expuestos a este mineral tan nocivo pero, al mismo tiempo, tan común en nuestro entorno.

El relato fue muy claro sobre como se manejaba hasta hace poco tiempo este producto, sin protección y desconociendo los protocolos para su manejo.

A algunos les costó la vida, muchos otros se saben afectados de enfermedades tan graves como el mesotelioma maligno, provocado por el asbesto y potencialmente mortal.

Pero peor fue comprobar, como declaró el representante del Colectivo Ronda, que hace décadas que se sabía de la nocividad y potencial mortandad provocada por el asbesto pero se ignoró intencionadamente.

El amianto es un mineral muy usado hasta hace 15 años en materiales de construcción, aislamientos o dispositivos eléctricos. Se trata de un grupo de minerales que se suelen llamar asbesto o amianto. Maleable y aislante, a la vez es  responsable de diferentes enfermedades, generalmente del aparato respiratorio y todas mortales en potencia.

El uso de su variedad blanca (crisotilo) está prohibido desde 2002 y sus otras variedades desde los 90 y está prevista su erradicación para 2028. Eso no quita para que esté presente en grandes cantidades en pueblos y ciudades. Masivamente en tejados en forma de la popular marca comercial uralita. También en aislamientos construidos del llamado fibrocemento en depósitos, en pluviales o en conducciones, especialmente chimeneas. Asimismo se usaba en sistemas de frenado, ignífugos para el ferrocarril y metro, instalaciones eléctricas o cubrimientos térmicos como los de hornos o calderas.

Aclarar que el simple hecho de convivir con él no tiene por qué ser peligroso. Hablamos siempre en condiciones ideales, pues son sus fibras desprendidas, de un tamaño de dos micras a un milímetro, lo que constituye un peligro. Por supuesto la exposición urbana en condiciones normales es mínima.

Pero el trabajo de reciclaje de chatarra o el deterioro lógico de los techos y paredes de materiales que llevan décadas instalados hace que un número no determinado de personas sigan expuestas a respirar una sustancia tan nociva.

Número indeterminado porque, por ejemplo, no existe un censo fiable de edificios que contienen amianto, aunque sí se conocen aplicaciones más específicas del mismo que ya se están eliminando, como los ignífugos de vagones. O, cómo puede controlarse a las personas precarias que recogen chatarra que desguazan de cualquier manera.

Se podría llegar a una cifra aproximada en el caso de los tejados, aunque sea a ojo, pues las uralitas son visibles. Pero los aislamientos de hornos industriales, conducciones o los sistemas de frenado donde se encontraba es labor imposible en el caso de un material que se usó ampliamente durante 80 años. Es frecuente que los propietarios de las casas también lo ignoren y suele aparecer cuando hay que efectuar reparaciones o a la hora del derribo.

No hay que buscar mucho para encontrar amianto en nuestro entorno. En la zaragozana Avda san José, junto a la Harinera, equipamiento cultural municipal, hay una nave entera con cubierta de uralita en un estado lamentable. Precisamente de estas que se va resquebrajando y lanza sus fibras tóxicas al aire.

Pero en un paseo atento cualquiera puede encontrar tejados de uralita o bajantes de fibrocemento. En pleno centro zaragozano hay locales que tenían partes de nave cubiertas de uralita o chimeneas en desuso.

Tejado de uralita.

Tejado de uralita.

En antiguas zonas industriales dentro del casco urbano, aunque la mayor parte ya han sido demolidas, hay naves industriales con techo de fibrocemento, aislante de calderas o pluviales de este mismo material. También instalaciones ferroviarias en desuso, vertederos que no se han registrado como tales o chatarrerías con todo tipo de residuos no controlados.

Un ejemplo es el polígono Cogullada, en plena ciudad consolidada, donde persisten naves industriales con amianto en varias formas, al igual que en los alrededores de Avenida Cataluña. Por cierto, consta que naves como las de Camino del Vado se derribaron a la brava, sin planes de exposición al asbesto.

El problema parece más grave cuando son las propias conducciones de agua potable de la ciudad las que contienen amianto. Persisten aún al menos 200km según denuncia la sección sindical de CGT en el consistorio zaragozano.

Qué decir cuando los edificios municipales son los que tienen cubierta de uralita, como es el caso del pabellón de Juslibol. Un edificio inaugurado en 1983, que ha sufrido varias reformas en sus 36 años de vida pero del que queda pendiente una reforma a fondo.

O cuando son los centros educativos construidos en los 70 y 80 los que tienen fibrocemento en sus edificios. Recientemente se ha reformado el colegio de Peñaflor por este motivo. Son muchos estos centros, no cuantificados en Aragón, pero que son objeto de reclamaciones en lugares como Euskadi o Andalucía. Comunidades donde, según diversas plataformas, podrían haber hasta 2000 coles e institutos con asbesto en su estructura.

Si pasamos al entorno rural hay multitud de instalaciones agrícolas con asbesto en tejados, cámaras o canaleras, algunas de ellas en ruina y otras donde se almacenan los alimentos que nos comemos. También sigue habiendo presencia en tejados y depósitos en muchas granjas.

Y queda el asunto de vertidos incontrolados. Aunque se han sellado muchos vertederos en los últimos años y abandonar escombros es una práctica que apareja fuertes sanciones, no es raro encontrar estos materiales en diferentes cantidades.

No hay que moverse mucho de Zaragoza. Cualquier aficionado a la BTT puede encontrar uralitas rotas en cualquier camino rural o en el entorno de los ríos.

Porque ¿Qué hacemos con estos residuos? No se pueden reciclar, ni demoler, ni tirar a la basura. Así pues se deben desmontar de forma controlada y los restos deben ir a sacos sellados que se destruyen en una empresa especializada.

Hay un protocolo para ello del Gobierno de Aragón y un registro donde deben inscribirse las empresas que manejan amianto.

Pero si hay una preocupación por encima de las demás, es la de los trabajadores afectados por la exposición al mineral.

Según la OMS cada año mueren 100.000 personas por diferentes dolencias provocadas por el amianto. Según denuncian desde A4, las empresas remolonean con el asunto.

Los procesos suelen ser largos y las sentencias se cumplen a regañadientes. Aunque algunas son muy claras, como la que hubo contra Opel España en 2015 tras la muerte de Luis Tirado, trabajador de la nave 31 donde se lijaban ferodos con asbesto en un espacio no aislado por donde transitaban cientos de operarios cada día.

Hay intentonas de registros en otras empresas, como el Ayuntamiento de Zaragoza, donde al menos 200 personas que trabajaban con las conducciones de agua permanecieron expuestas manipulando dentro de zanjas tan peligroso producto. Se ignora el número real de afectados y si padecen dolencias por ello.

Según denuncian desde la Asociación A4 la mayoría de los casos probablemente se ignoren y, aún sabiendo de ellos, hay muchas familias que desisten de embarcarse en procesos de reclamación. Claro ejemplo es el personal de limpieza o de pequeñas empresas sin representación sindical. Las excusas son muchas, como aducir que es imposible saber cuanto puede arrastrar el aire las fibras de asbesto. Algo que debería ser motivo de preocupación se convierte en excusa.

El camino hasta la desaparición del amianto se antoja largo y complicado. Pero desde iniciativas como A4 están en ello. Quedan los pasos más importantes, los que tienen que dar las instituciones de forma decidida. No menos importante es el paso de la información. Estaremos en ello.

22 enero, 2019

AUTOR/AUTORA

J.M. Marshal. Miembro del programa El Acratador (Radio Topo). http://elacratador.noblezabaturra.org/. Colaborador de AraInfo.

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