Publicado en AVAAC / hace 3 días
Y el resultado de la votación fue el siguiente:
Bona nit,
Os escribo ahora, cuando tengo la esperanza de no interrumpir el trabajo de nadie, para explicaros que el martes, hacia las nueve de la noche, el Congreso de los diputados dio luz verde, por primera vez y al cuarto intento, al inicio de la tramitación parlamentaria de una futura ley destinada a crear un fondo público de compensación para las víctimas del amianto en España. Y lo hago porque me ha parecido extraño e inepxlicable que hasta ahora haya compartido la emoción que me genera la noticia con amigos, con periodistas y hasta con la familia y, en cambio, no haberlo hecho con todos vosotros y vosotras, que de un modo u otro, también sois protagonistas de esta historia.
En el debate parlamentario se nos citó. De forma explícita lo hizo Albert Botrán, de la CUP, que destacó la labor a lo largo del tiempo en defensa de las víctimas del amianto “del colectivo de abogados Ronda”. Sin mencionarnos, también lo hicieron otros congresistas. Lo hicieron cada vez que hablaron de las sentencias que reconocían la responsabilidad de las empresas por las muertes de los trabajadores, sus familiares y ahora también incluso los vecinos y vecinas de esas fábricas donde algunos acumulaban millones mientras otros perdían la vida en el intento de ganársela. Lo supieran o no los congresistas, tras todas y cada una de esas sentencias del Tribunal Supremo estaba Col·lectiu Ronda. Y estábamos ahí desde mucho antes. El Supremo no se pronunció sobre la responsabilidad de Uralita hasta 2012. Pero nuestros fundadores, ya en la década de los setenta, defendían a los trabajadores de la fábrica de Cerdanyola. Los que morían del mal de la uralita, como allí lo llamaban; el mal de la rocalla, decían en Castelldefels; el de la fábrica, en Alcázar de San Juan. Y seguro que en Getafe, en Sant Vicent De Raspeig, en Dos Hermanas y en cualquier otro lugar donde se haya trabajado con el amianto, también tienen un nombre particular para el trágico destino de morir antes de tiempo por haber trabajado en esas fábricas donde algunos crearon fortunas sabiendo que lo hacían a costa de la vida de los demás. La UE dice que en España el amianto será responsable de más de 60.000 muertes. Probablemente, han sido y serán muchas más.
La historia de esta cooperativa está llena de luchas que merecen ser recordadas y de momentos memorables. De miles, literalmente muchos miles, de personas a quienes en algún momento hemos sido de ayuda. Pero debo deciros que pocas de esas luchas me parecen tan conmovedoras como la que mis compañeros y compañeras han realizado en defensa de unas personas que siempre me recordaron a mi propia familia a quienes se quiso silenciar e invisibilizar. “Estoy aquí porque dicen que tengo metástasis”, me dijo el primer demandante afectado por el amianto en el metro de Barcelona cuando coincidí con él en la sala de espera de oncología donde yo mismo acompañaba a mi padre. “Eso no es nada -le mentí- un puntito escapado que de seguida te lo quitan, que tú estás muy bien y aún tenemos que hacer la rueda de prensa cuando tengamos sentencia”. No haremos nunca esa rueda de prensa y su hijo es el único mosso de esquadra al que he abrazado en mi vida. Por alguna razón, hoy volví a pensar en ese hombre y su esposa que se cogían de la mano en aquella sala de espera. Y en esa familia a la que esperan años de juicios antes que alguien diga que su empresa no le dio una mísera mascarilla con la que protegerse un material que ya los antiguos griegos sabían que dañaba mortalmente los pulmones. Y me vinieron a la cabeza tantos otros y otras a quienes he tenido la fortuna de conocer a lo largo del tiempo que llevo aquí, protagonistas también de esta historia de vidas rotas que algunos pensaron que valían poco. Esos mismos protagonistas que nunca están cuando llega la sentencia que les da la razón, como decía entre lágrimas nuestra querida Àngels en el precioso documental que se hizo sobre la lucha de las víctimas en Castelldefels.
Seguramente es inadecuado enviar este escrito. Probablemente innecesario. Pero sabiendo que a veces nos cuesta decirnos abiertamente las cosas que nos hacen sentir bien los unos de los otros, no quería dejar pasar la ocasión de recordaros que el martes se hizo historia en este país. Y que quizás algunos no sepan que una parte de esa historia, una muy importante, está hecha con el esfuerzo, el trabajo, la empatía y la dedicación de la gente de este despacho. Una lucha justa. Una historia de dignidad de la que todavía quedan capítulos muy dolorosos por escribir. Nuestra historia, al fin y al cabo. Pero estar en el lado correcto de la historia, es un privilegio. Incluso cuando hace llorar.
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